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La colmena: un ecosistema en equilibrio
La colmena: un ecosistema en equilibrio
Por: Ing. Agr. Raúl Coppa Técnico EEA INTA Esquel (Estación Experimental
Agroforestal Esquel, Chubut)
Reseña: El objeto de este artículo es visualizar a la colmena como un ecosistema
en equilibrio y tratarlo como tal. Las intervenciones del apicultor suelen
romper el equilibrio existente en la colmena dando lugar a trastornos que
afectan el desarrollo equilibrado de la población como la sanidad de la misma,
ya que ante factores de estrés, la colonia enferma.
Introducción
Todo ecosistema está integrado por elementos bióticos y no bióticos que se
encuentran en equilibrio en forma natural.
Los elementos climáticos como la luz solar, la temperatura, las precipitaciones
y la presión atmosférica, entre otros, se combinan con los factores edáficos y
condicionan el desarrollo de tipos particulares de vegetación que sostienen
determinadas clases de animales herbívoros y éstos dan lugar a los carnívoros y
todos, cuando mueren, vuelven al suelo donde son descompuestos por los
microorganismos. Ésta es, en apretada síntesis, un prototipo de ecosistema
terrestre En cada uno hay un flujo de energía y materiales que entran y salen
del mismo y todo el conjunto se encuentra en equilibrio ... hasta que el hombre
interviene.
La población
Una colmena es un ecosistema en equilibrio. En un determinado espacio se
desarrolla una población de abejas que crece en primavera, se estabiliza en
verano y decrece en otoño e invierno hasta la próxima primavera. En primavera
crece la población hasta completar la totalidad del espacio disponible y, una
vez cubierto, la población se subdivide mediante el fenómeno de la enjambrazón.
Una colonia no es sólo un conjunto de abejas. Hay una organización perfectamente
adaptada para cubrir todos los requerimientos que les permite a esta familia no
sólo sobrevivir, sino también producir sus propias reservas de alimentos,
reproducirse, conservar la especie y difundirse geográficamente. Para ello cada
miembro de la colonia (o familia) realiza una actividad sumamente especializada.
Una colonia es un Sistema, es decir, un conjunto de elementos que interactúan
tan estrechamente unos con otros que resultan inter-dependientes. En una colonia
cada tarea, que cada abeja realiza, resulta imprescindible para todas las demás
ya que cada una no puede sobrevivir sola, necesita del conjunto, y por sí mismas
no se encuentran dotadas para sobrevivir ni cumplir con todas las demás
funciones biológicas.
Hay otros componentes bióticos en este ecosistema. Hay, por ejemplo,
microorganismos (hongos, bacterias, etc) que se mantienen controlados gracias a
la producción de propóleos. Este producto, producido por las abejas a partir de
resinas que cosechan de ciertos árboles, es el elemento antiséptico y
desinfectante con que cuentan las abejas para mantener una población sana en tan
reducido espacio.
En el transcurso de su crecimiento poblacional, las abejas construyen panales de
cera donde depositan cría, polen, néctar y miel. Del exterior traen agua, néctar
de flores o azúcares de otras fuentes (como pulgones, por ejemplo), resinas y
polen o, en casos de emergencia, elementos proteicos de otras fuentes.
Este ambiente interior de la colmena se desarrolla en ausencia de luz y está
fuertemente influenciado por la temperatura y la humedad, dos factores
ambientales determinantes en la supervivencia, en la sanidad y en la conducta de
las abejas.
La Temperatura
La colonia es un ecosistema en equilibrio y si bien las abejas son organismos de
"sangre fría", necesitan mantener el calor dentro de un rango apropiado a las
circunstancias.
La colonia de abejas posee una serie de mecanismos que tienden a mantener la
temperatura dentro de un rango que les permite sobrevivir y desarrollar los
trabajos propios en cada estación del año.
La colonia mantiene su temperatura en los rangos apropiados merced a los
siguientes mecanismos:
Apiñamiento
Las abejas (de distintas edades en forma mezclada) se apiñan formando un racimo
que en invierno se lo llama "bolo invernal". Los enjambres que permanecen a la
intemperie hasta dirigirse al lugar definitivo también lo hacen, al igual que
las abejas que son transportadas en forma de paquetes. Aún en primavera o en
otoño o puede suceder en veranos frescos, cuando la temperatura disminuye
sustancialmente, las abejas se agrupan para mantener la temperatura o generar
calor.
En este racimo funcionan dos tipos de movimientos:
Por una parte las abejas -tomadas de las patas- se acercan o separan entre sí
contrayendo o expandiendo el racimo.
Por otra parte, en invierno o en períodos prolongados de frío, hay un movimiento
de revolución: las abejas de la periferia se mueven hacia el interior del racimo
y las del interior a la periferia. Sin este segundo mecanismo, las abejas del
borde terminarían por morir dejando en la periferia a una segunda línea de
abejas que también terminarían muriendo y así sucesivamente hasta la muerte de
todo el racimo. En cambio con este movimiento de revolución todo el racimo
sobrevive reduciendo al mínimo la mortandad de las abejas por hipotermia.
En la estructura del racimo existe otro hecho que permite conservar el calor.
Las abejas de la periferia -en un espesor de 2 a 7 cm- se encuentran más juntas,
más apretadas que las del centro formando una banda protectora.
Batido de alas
Las alas, además de ser los órganos anatómicos que utilizan para volar, son
empleadas para generar calor o para ventilar para lo cual generan con ellas un
movimiento circular logrando así sus propósitos. En el racimo este mecanismo se
pone en marcha para generar calor cuando la temperatura del mismo desciende
hasta los 14°C y para refrescar (ventilación) cuando supera los 35°C. No todas
las abejas participan de este movimiento, sino sólo algunas, las necesarias para
lograr el propósito.
Cuando existe cría en desarrollo dentro del nido, la temperatura de crianza de
las larvas es de 34°C. Cuando no hay cría (lo cual sucede en invierno en
regiones frías) el racimo de abejas puede ir disminuyendo su temperatura hasta
los 14°C. Si la temperatura sigue bajando el racimo de abejas se contrae (las
abejas se aprietan) y, para generar calor, desarrollan una actividad con las
alas similar a las que realizan cuando están ventilando. Mientras en el centro
del racimo la temperatura se mantiene a 14°C, en la periferia las abejas pueden
estar a 6°C y mueren cuando la temperatura desciende por debajo de los 6°C. Pero
el movimiento de revolución mencionado anteriormente les permite ir renovándose
evitando la muerte por hipotermia.
En verano, la temperatura es mantenida a través de la ventilación que realizan
las abejas enviando, con su batido de alas, una corriente de aire desde la
piquera hacia el interior, mientras otras abejas lo hacen en sentido inverso
provocando así una corriente que circula por el interior de la colmena
refrescando el ambiente. En días calurosos y cuando la población de abejas es
numerosa muchas de ellas se desplazan hasta la piquera y allí se arraciman
formando una barba para permitir que la ventilación en el interior de la colmena
se pueda realizar eficientemente. Si bien esta barba de abejas no es un signo de
una próxima enjambrazón parece indicar un espacio reducido que las abejas
despejan saliendo al exterior. Esto debe advertir al apicultor sobre la falta de
espacio de la colonia.
Calafateo con propóleos
Cuando las aberturas que se dejan en la piquera o cuando hay demasiada
separación de partes móviles, las abejas calafatean con propóleos rellenando el
exceso de aberturas. Con esto regulan el intercambio gaseoso entre el espacio
interior y el exterior.
De manera que una de las principales actividades de una colonia es mantener su
temperatura dentro del rango apropiado a la circunstancia que está viviendo.
Pero también es importante mantener la humedad en un rango aceptable para el
desarrollo normal de la colonia.
La Humedad
El exceso de humedad dentro de una colmena, particularmente en invierno, provoca
un disturbio sustancial en la vida de la colonia y desencadena procesos que
conducen a la generación de problemas sanitarios que favorecen la mortandad de
abejas. Este es un problema en la zona cordillerana, como en cualquier otra
región donde la humedad relativa, en invierno especialmente, es alta o donde las
masas de aire frío mantienen un tenor alto de humedad. La humedad se genera en
el interior de cada colmena por el consumo de miel que hacen las abejas. Por
cada litro de miel consumida se genera un litro de agua. Esta humedad, en época
de actividad de las abejas, sale de la colmena mediante el mecanismo de
ventilación que desarrollan. Pero en invierno las abejas, arracimadas, no
utilizan el batido de alas en la piquera para ventilar, de manera que la colmena
en sí debe estar dispuesta para que se favorezca la ventilación sin la
intervención de las abejas, lo cual es importante en la zona cordillerana de
Patagonia.
Si el ambiente externo es muy húmedo el intercambio gaseoso entre la colmena y
el exterior favorece la acumulación de la humedad en el interior de aquella
condensándose principalmente en la parte inferior de la entretapa, en las
paredes laterales y en los panales más cercanos a éstas. Esto suele suceder en
nuestra cordillera en invierno y esta situación se agrava si el apiario está
ubicado erróneamente en un mallín o en un área baja donde se acumula el aire
frío y húmedo que baja de las laderas circundantes. También sucede cuando la
población invernal de abejas no es numerosa.
Aparecen así procesos como el de fermentación de la miel y de las pérdidas de
polen por ataque de hongos.
Hay que tener en cuenta que en la zona de cordillera las abejas se encuentran en
actividad hasta bien entrado el otoño y hasta es común observar colonias que no
cortan totalmente la postura y mantienen pequeñas áreas de cría. Las que
interrumpen la postura lo hacen a partir de la segunda quincena de abril y puede
ocurrir que en días, donde la temperatura llega a los 12°C, haya algo de entrada
de néctar en ese mes. El riesgo de esta pequeña entrada de néctar es que no
alcance a perder la humedad suficiente para transformarse en miel y permanezca
con un contenido de agua excesivo pudiendo fermentar si el interior de la
colmena no está suficientemente ventilado y con exceso de humedad. El néctar se
acidifica, toma un olor avinagrado y, si las abejas lo consumen, les resulta
mortal.
La miel con exceso de humedad fermenta cuando el rango de temperatura se
encuentra entre 10 y 25°C. La temperatura ideal de fermentación es de 15,5°C.
Recordemos que el racimo invernal internamente trata de mantenerse por encima de
los 14°C, por lo tanto, la temperatura de fermentación coincide con la del
racimo. Si éste se desplaza para ir consumiendo reservas, puede alcanzar los
cuadros donde hay néctar acumulado con exceso de humedad. Por lo tanto, en una
colmena el exceso de humedad que se encuentra condensada en las paredes y
panales laterales cargados de miel y polen resulta particularmente peligroso
cuando la temperatura se encuentra en el rango mencionado.
Por su parte el polen, cuando está sometido a un exceso de humedad, es atacado
por hongos. Si el ataque es severo provoca fuertes pérdidas en la reserva de
polen ya que se forma una costra dura y blanca que a las abejas les resulta
imposible remover. Recordemos que una buena provisión de polen resulta esencial
para mantener una buena población de abejas entre los meses de abril a agosto y
especialmente se transforma en un alimento crítico cuando comienza la postura en
la segunda quincena de julio o principios de agosto en la cordillera patagónica.
Este fenómeno -el del polen atacado por hongos- no sucede generalmente cuando la
colmena pasa el invierno con una buena población de abejas que mantienen el
calor en casi todos los cuadros y cuando la colmena se encuentra bien ventilada
impidiendo la acumulación y condensación de humedad.
Intervención del apicultor
Es imprescindible que el apicultor tenga conciencia de los mecanismos que
utilizan las abejas para mantener a raya la temperatura y la humedad ya que sus
intervenciones en ningún caso deben interferir con los mismos. Si lo hace genera
una situación de estrés que le abre la puerta a numerosos problemas sanitarios,
muchos de los cuales, especialmente los bacterianos y los fúngicos se
desencadenan a partir de situaciones provocadas por el mismo apicultor. Por el
contrario sus intervenciones deben ayudar a la colonia acompañando a la
población de abejas a mantener la temperatura y la humedad dentro de los rangos
de tolerancia. Para ello dispone de varias herramientas:
Localizar correctamente el apiario
Ante todo hay que localizar correctamente el apiario en un lugar seco donde no
haya acumulación de aire frío durante las noches ni tampoco en lugares húmedos
como los mallines cordilleranos.
Orientar adecuadamente las colmenas
Hay que proteger las colmenas de las corrientes ventosas. En la cordillera
patagónica es aconsejable que las piqueras estén orientadas al N.E. ya que los
vientos en esta región provienen del cuadrante oeste y sudoeste. De esta forma
se evita la entrada de aire frío y al mismo tiempo se facilita el calentamiento
por el sol del frente de la colmena y de la pared lateral orientada hacia el
oeste.
Permitir una separación adecuada entre colmenas
Conviene que las colmenas estén separadas entre sí dejando un espacio libre de
unos 50 ó 60cms entre una y otra. Si las colmenas están en bancos de apoyo
individuales es conveniente que la que está más al sur esté un poco adelante de
la otra para que ésta no impida que los rayos del sol, en su desplazamiento
hacia el oeste, evite que se caliente la pared lateral de la primera. En bancos
donde se colocan varias colmenas, si están muy juntas la que no está expuesta al
sol del norte o del oeste es una colmena más fría.
Regular la apertura de la piquera
Si bien cada apicultor desarrolla sus propios métodos de trabajo es importante
transmitir a otros, especialmente a los novatos, las experiencias que se van
reuniendo. A quien suscribe el presente artículo le ha dado mucho resultado
mantener en las piqueras -de colmenas bien desarrolladas- dos aperturas
laterales, en lugar de una central, durante todo el año. Estas aperturas tienen
una longitud de unos 4 centímetros. Cuando es necesario, se agrega un suplemento
en cada apertura para achicarla, lo cual sucede en invierno o en plena temporada
cuando desmejora el tiempo durante un período prolongado.
En la cordillera patagónica se debe tener en cuenta que la variación térmica en
plena temporada es muy amplia. Durante las noches refresca bastante y una
piquera totalmente abierta (sin guardapiquera) puede conducir a las abejas a
arracimarse en lugar de mantener la actividad durante la noche.
Por otra parte la doble apertura de piquera facilita la circulación del aire
manteniendo un adecuado % de humedad y una correcta ventilación.
En colmenas que se encuentran en crecimiento conviene provocar su desarrollo
desde la pared oeste que es la más calentada por el sol y mantener abierta la
piquera de ese lado cerrando la otra abertura con un puñado de pasto que- cuando
se seca- permite el paso de algo de aire facilitando la ventilación aún de la
zona no ocupada por las abejas.
Como se dijo anteriormente, si la apertura del guardapiquera es excesiva las
abejas tratan de reducirlo rellenándolo con propóleos.
Abrir o cerrar la apertura de la entretapa
Para que las colmenas en invierno estén bien ventiladas no sólo es suficiente
que haya una piquera con aberturas laterales sino que hay que mantener abierta a
medias la apertura de la entretapa. En el mes de mayo conviene levantar un
poquito la entretapa en la parte de atrás. Basta para ello la colocación de una
maderita de tres milímetros de grosor colocadas en los esquineros posteriores de
la entretapa.
También en este caso las abejas propolizan el exceso de aberturas.
Regular el espacio interior
A la entrada del invierno conviene sacar un panal y juntar a los restantes al
medio de la cámara de cría dejando un espacio de unos 2 cm en los laterales que
permite la ventilación de las colmenas debido también a las aberturas laterales
del guardapiquera y las aperturas en la entretapa.
Cuando la colonia es pequeña como sucede cuando se introduce un paquete o un
núcleo es importante utilizar un paño de plástico o de papel corrugado para
envolver los panales poblados de abejas, más uno o dos para que las abejas
ocupen, más el alimentador (si se emplea para estimular o alimentar) colocado
fuera del poncho. Personalmente prefiero el poncho de plástico ya que el de
cartón es roído por las abejas. Si la colmena está bien ventilada no se junta
humedad en el plástico.
Asimismo, no hay que agregar alzas en forma prematura ni dejar que el espacio
interior se reduzca como para incentivar la enjambrazón. Las alzas deben
colocarse en el momento oportuno.
Regular el número de cuadros en la cámara de cría
Cuando la colmena recién comienza y se utilizan varios cuadros con cera
estampada conviene colocar 10 cuadros. Pero una vez que la colmena se desarrolló
es conveniente trabajar con 9, por varios motivos, a saber: a) La colmena está
mejor ventilada entre cuadros, b) las abejas construyen panales más gruesos lo
cual, en la sala de extracción, permite una mejor desoperculación, c) hay más
producción de cera, d) se previene mejor la rotura de celdas reales cuando se
revisa la colmena.
Dejar las reservas invernales de miel y polen necesarias para el invierno
Una media alza repleta de miel, más lo que las abejas entran en otoño en la
cámara de cría a medida que reducen la postura, suele ser suficiente reserva
invernal para que la colonia llegue hasta la próxima temporada. Los meses
críticos son agosto y septiembre cuando la reina activa la postura y todavía no
hay entrada de suficiente néctar. Si es necesario, en ese mes, hay que
suplementar con jarabe de alimentación.
Es frecuente que en otoño las abejas traigan azúcar proveniente de exudados de
pulgones que se encuentran en diversas especies, especialmente sauces o álamos.
Esto suele ocurrir a fines del verano, después de la última cosecha.
Inmediatamente a esta cosecha hay que hacer un control contra varroa por lo cual
posteriormente a este control sanitario está vedada la cosecha de miel. Si el
productor se entusiasma cosechando demasiada miel, puede ocurrir que cubran
posteriormente los panales con el azúcar que proviene de los pulgones. Ésta no
constituye una buena reserva invernal porque no les resulta fácil disolverla y
necesitan abundante provisión de agua, fenómeno que en invierno no ocurre. Esto,
naturalmente, pone en serio riesgo la supervivencia de la colmena.
Una alternativa es dejarles la miel que ellas produjeron durante la primavera y
el verano en la primera media alza, que muchos productores dejan como cámara de
cría suplementaria. En estos casos los productores cosechan lo que está por
encima de esa media alza. Un exceso de cosecha provoca estrés que, en
definitiva, se traducirá en mortandad o en enfermedades.
Por otra parte, los productores que trabajan con protocolos de calidad no
deberían cosechar de esa primera media alza cuando se utiliza como complemento
de cámara de cría ya que así está especificado en los protocolos vigentes.
Conclusiones
Como conclusión general podemos decir que el control de la humedad, de la
temperatura y de las reservas invernales son tres factores esenciales en la
sostenibilidad de las colmenas. Si internalizamos la idea de que estamos frente
a un ecosistema en equilibrio seremos más cuidadosos a la hora de intervenir en
nuestros colmenares.
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